Campismo
  


Una de las más tempranas actividades que inicié en los albores de mi vida y que conforme fue pasando en tiempo seguí apreciando, gracias a los compañeros de aventura que conocería en el futuro, fue el campismo. Las primeras personas en involucrarme en esta actividad fueron mis hermanos, bueno de hecho el primero fue mi padre y mi “jefatura”, aun recuerdo aquellos viajes a las playas de Veracruz a dode ibamos amontonados en un ford mercury 51 (si leyeron bien 51). Recuerdo que era toda una aventura arribar y después buscarnos un buen lugar dentro del coche para dormir (esa era nuestra casa de campaña), a mi me tocaba normalmente junto al parabrisas trasero debido a mi tamaño, dos de mis hermanos encajaban perfectamente en la cajuela y el resto se apretujaba entre los sillones y el piso del auto. Posteriormente, mi hermano mayor (Juan) me empezó a sacar a orear en sus excursiones con sus compañeros de aventuras, yo lo sentía mucho por que invariablemente terminaba cargandome durante un buen trecho. Tengo muy Buenos recuerdos de esas primeras excursiones. Por cierto, aquí quiero hacer una acotación para platicarles de quien he aprendido algunos “features” que ahoran me caracterizan, por ejemplo, las ganas de conocer lugares e ir de aventura es por mi hermano que ya les mencioné, la rebeldía a lo establecido entre otras fumadas se lo heredé a mi hermano “Eva”, mi hermano “Leo” me inculcó lo “pata de perro”, juntos caminamos montones de kilómetros para poder conocer los lugares que de chamacos teníamos curiosidad de conocer, por cierto, el aprecio por el ciclismo “X” (ciclismo “X” : Aquella actividad que se practica en donde sea con un aparato parecido a una bicicleta e invariablemente sin frenos y con llantas a las que habia que echarles aire cada 15 minutos ademas de manubrios improvisados y normalmente nunca alineado con la llanta delantera) se lo debo enteramente a él , nos aventamos horas enteras pedaleando por diversas partes de la ciudad. Y por último mi hermano “Rodrix”, el fue mi compañero de aventuras durante toda mi infancia y ya bien entrada la adolescencia, con él practiqué todos los deportes imaginables más los que nos inventabamos (tenis en patines fue nuestro mejor invento y próximamente estará en las olimpiadas) y aún nos faltaron muchos por practicar, además que con él practicaba lo aprendido de los mayores, fueron tiempos gloriosos hoy lo reconozco asi. De mis padres y hermanas aprendí otras características muy particulares , pero esa se las debo sino al rato no voy a tener de que comadrear.




Posteriormente y con la retroalimentación obtenida por mi hermano Juan y sobre todo por esas revistas maravillosas denominadas “México Desconocido” es cuando entonces decido conocer el mundo de la forma ruda. Determiné que era tiempo de hacer mi primera acampada. Después de ascender unos metros, primero en una pendiente de 45 grados y posteriormente un ascenso vertical de 90 grados, al fin pudimos arribar a la azotea de la casa de mis padres y preparar nuestra casa de campaña, armada completamente con sábanas de las camas de mis padres, que alguno de mis hermanos se tomo la molestia de volárselas. Desafortunamente no tengo registro gráfico de esta primera aventura pero si recuerdo la “paliza” que nos propinaron nuestros progenitores después de consumado el hecho. Bueno, pues estos fueron, grosso modo, los inicios de mis actividades campistas.




Por fin hice la primera excursión un día como cualquiera con dos excompañeros de la secundaria, de hecho con uno de ellos guardo una profunda amistad aun con la distancia y tiempo (José de Jesús A.). Dicha excursión se debió precisamente a la terminación de clases y ciclo escolar y cada quien se iria a la “Ferguson” a continuar sus aventuras por otros lares. Dicho viaje fue hecho con destino a Campeche y fue tan emocionante que decidí continuar con estas aventuras más adelante.



Nuevamente con mi hermano Juan tuve la oportunidad de ir a una excursion a la zona norte de Veracruz y con ello sentí que esto del excursionismo/campismo y lo que ahora lo denominan como “Camping/Hiking” en lenguaje Tojolabal era para mi, por lo que decidí seguir explorando estos nuevos territorios. Continuaría viajando con mis hermanos o compañeros a diferentes excursiones con diferentes destinos cerca y lejos de la ciudad de México, pero el parteaguas sería cuando terminé el 5 semestre del CCH (Colegio de Cavernícolas Heroicos y Anexas S.A. de C.V. S.R.L. INC.). Realicé una excursion con un excelente amigo de aquel y hoy entonces, Homero J. Homero decidió aventurarse a conocer Veracruz y Quintana Roo a como fuera. Anduvimos en tren, camión, camioneta vendiendo sillas, en trailers, etc. En total anduvimos fuera casi un par de semanas vagando y hartándonos de ver playas y donde vivimos cualquier cantidad de anécdotas. En una ocasión iniciamos una larga caminata en la que nos aventamos alrededor de 20 kilómetros andando, decidimos acampar en un claro en la selva. No podía faltar el café cocinado en una excelente estufeta hecha con una lata de atún vacia y que funcionaba de maravilla (por cierto comíamos sardina en lata todos los días por lo que el atún era muy apreciado cuando nos tocaba), cuando ya ibamos a dormir (nota: no llevabamos casa de campaña por lo que el cielo era nuestro techo, Homero llevaba un buen sleeping y yo llevaba mis tradicionales cobijas), empezó a llover por lo que empezamos a levantar nuestro campamento (es un decir) sin embargo cuando terminabamos de levantarlo la lluvia cesaba por lo que volviamos a desempacar y a acostarnos y nuevamente la lluvia volvía, para no hacerles el cuento largo eso nos sucedió como tres o cuatro veces por lo que al fin decidimos dormir allí incluso si llovía, curiosamente no volvió a llover. Otra anécdota fue que al dia siguiente nos quedamos sin agua para beber y nos faltaba un montón para Carrillo Puerto (30 Kilómetros aprox.) por lo que decidimos pedir aventón, pero en lo que nos lo daban decidimos seguir caminando y fue cuando encontramos personas trabajando en algo los cuales nos ofrecieron agua de un pozo pero no para beber sino solo para refrescarnos, sin embargo, la sed era inmensa y esa agua supo a gloria con todo y los gérmenes que pudiera contener (agua proteínica). Para ya no hacerles el cuento largo les abreviaré diciendo que el viaje de regreso a la ciudad fue de antología, desde Mérida, Yucatán, hasta la “capirucha” en tren junto al baño (nunca habia olido tanta mierda junta, más la que se acumuló en el viaje, de un solo golpe), tan atroz era el olor que nos turnabamos la ventana para respirar algo de aire limpio, cuando tenías que hacer del “cuerpo” tenias que usar técnicas diversas dependiendo de la necesidad. Si se trataba de ir a tirar al “topo” tenías que fungir como bombardero por que no podías (ni debías) sentarte en ese lugar directamente si lo hacias seguramente te entraría cualquier clase de enfermedad por “alli” mero. Si lo que necesitabas era purgar el sistema hidráulico entonces lo más fácil era hacerlo por la ventana por que el hoyo (si un hoyo en una tabla) del excusado era pequeño y con el movimiento del tren jamás le atinarías al objetivo por muy diestro que fueras, por ello la utilidad de la ventana. Bueno al final llegamos a casa sanos y salvos, si después me acuerdo de más cosas las ire agregando pero creo que es suficiente.



Posteriormente a la megaexpedición con Homero, realicé más salidas de “camping” con diferentes personas, de muchas de esas aventuras no tengo registros gráficos pero si muy buenos recuerdos. Una novedad fue que precisamente mi hermano mayor consiguió una casa de campaña de antología que era cómoda de cargar (los primeros 10 minutos, después pesaba toneladas) y que era fácil de instalar (después de 495 intentos) por lo que decidí repetir aquella memorable excursion a la azotea de la casa de mis padres pero ahora con casa de campaña y fue un éxito, no nos perdimos.



Inmediatamente después e impulsado por un maravilloso artículo que apareció en el “México Desconocido” decidí junto con mi hermano Rodrigo lanzarnos a la siguiente excursión en forma, contaría con escasos 17 años (BUAAAHHH!!!, no había hecho ni el servicio military, sniff) y fue así como conocí Cuetzalan, San Andrés y un salto del que no recuerdo su nombre y al que nos costo tanto llegar ya que equivoqué el rumbo cuando estabamos en la sierra y un trayecto de 45 minutos de San Andrés a la zona de las cascadas nos tomó aproximadamente 3 horas y media llegar a ella. En esa ocasión me quede impresionado con la determinación mostrada por mi hermano menor así como de la belleza del lugar y los “guts” para adentrarnos en la sierra. Nos la pasamos super y las únicas anecdotas que recuerdo fueron durante nuestra indefinición de rumbo, fue desesperante por que llegamos a un punto que ya no podiamos avanzar hacia ningún lado por que se nos ocurrió la grandiosa idea de caminar en contrasentido de un rio y solo avanzamos como 100 metros ya que había una roca monumental que ni a churros podíamos librar por lo que decidimos subir la cuesta de la Montaña que nos rodeaba, esa parte fue espeluznante por que fue un ascenso por tierra suelta y nuestra tracción era pobre por lo que decidimos “amarrarnos” y caminar separados alrededor de 5 metros uno delante del otro, si uno caía tendría que gritar “Me voy” o algo similar para avisar al otro que se tenía que agarrar de donde pudiera para detener al que se “iba” lo simpático de ésto es que cada vez que uno de los dos “avisaba” que se “iba”, el otro se sujetaba a un arbusto para impedir el descenso descontrolado sin embargo los dichosos arbustos al sentir el tirón solía salirse con todo y raíz y pues tambien se “iba” con nosotros. Afortunadamente no pasó a mayores y lo único que nos ocasionó esto fue que con mucho esfuerzo avanzaramos ( por cada 10 metros avanzados retrocediamos 6 aprox.).



Continué con esto del campismo por varios años más y en una ocasion me tocó salir de acampada con Ramón, Edmundo, Pepe, Esteban, Rafael, Klass y Estéfana. En la primera noche que pasamos acampados allí se soltó un frío “cañón” que se sentía por todos lados, aún cuando en nuestra casa de campaña estabamos hacinados 6 personas. En esos momentos nadie hablaba, todos fingían dormir excepto Pepe que por más que se movía no lograba conciliar el sueño hasta que dijo “Hace frío”, le conteste “Por que no te pegas a Edmundo y lo abrazas a lo mejor agarras calor”, comentó, “Ya lo intenté pero esta como paleta”, repliqué “No se habrá petateado”, de repente se escucho lavoz de Edmundo que decía con su particular acento y tono “Ya los oí”. En ese momento soltamos todos la carcarajada excepto Rafael que si estaba bien clavado y que al igual que Ramón si iban bien preparados. Después del chascarrillo decidimos compartir cobijas.



Tiempo después, nuevamente tome rumbos agrestes con Esteban (por cierto Esteban también le da duro a la excursionada), Fernandito, Estéfana y su hermana a Valle de Bravo. La primera noche acampamos cerca del pueblo de Valle de Bravo y a la mañana siguiente ya no tenía tenis pues a alguien se le ocurrió tomarlos “prestados” por lo que Esteban me prestó unas sandalias y regresamos caminando al pueblo para poder conseguir otros. Ese día, tomamos un bote para ir al otro lado del lago y acampar en despoblado, pero craso error, acampamos por donde pasaban vacas a pastar durante la noche. La primera noche aparecieron y las muy “móndrigas” primero se comieron las salchichas que Esteban había llevado y después nos tiraron la casa de campaña. Para evitar nuevamente esto la noche siguiente tuvimos que hacer guardias en turnos de dos durante toda la noche.



En otra ocasión, esta vez en los Azufres, Michoacán, me tocó bailar con la más fea. También durante la noche ocurrieron los hechos. Esa vez me tocó dormir al lado del buen Marco Q. (Los viajantes eramos Ricardo Nuñez, su hermano, un amigo de él, Marco y yomero). Come les iba diciendo, me tocó dormer junto al “Marquiño” y del otro lado me tocaba tocar la pared de la tienda de campaña, nuevamente durante la noche, mientras todos dormían, Marco cobró vida y empezó a revolcarse durísimo. Hacía un frío méndigo por lo que todos compartíamos las cobijas y sleepings que llevabamos, pero con la danza de los siete velos que Marco inició, me fue quitando toda mi protección por lo que despertaba cada 20 minutos tiritando de frío preguntándome “¿ A donde se fueron las cobijas ? ¿ Traje o estabamos durmiendo de pechito ?” Cuando empeczaba a tocar a mi alrededor dscubría una bola de cobijas y algo vivo que se movía y que se encontraba acurrucado a mis pies “ Ah chinga ¿ Me traje al perro ? Pero si yo no tengo perro “. Por fin me caía el 20 y despertaba a Marco preguntándole que que hacía alla abajo, que era muy tarde para esa clase de servicios, que prestara las cobijas y que dejara dormir. 20 minutos después se repetía la sesión hasta que el buen Richard se apiadó de mi y me aventó otro cobertor. Por cierto, al día siguiente el primero que se levantó y prendió la fogata fue Marco.



Por ultimo, una vez acampé en las “Glorias”, Puebla con familiares mios y mi padre. Esa vez fue la primera desacampada a velocidad luz que hacía. Mi padre no soporto 1 hora del frío que se pasa en ese lugar, lo hubieran escuchado quejándose durante toda la hora completa hasta que dijo “Ya basta, nos largamos de aquí”, por lo que avanzamos al siguiente poblado donde decidimos acampar, pero a falta de espacios abiertos pues hicimos la acampada sobre la banqueta (haganme el favor). Al otro día que nos levantamos, mi padre tenía un dolor insoportable en la espalda. Al quitar la casa de campaña descubrimos que había dormido sobre una piedra de buen tamaño.



Con el tiempo mis salidas se empezaron a hacer mas diversas pero también más complejas y con más y diferentes personas. Las evidencias que me quedaron de muchas de estas excursiones forman parte de mi acervo particular de experiencias, vivencias que me mantuvieron realmente interesado en la vida. Sin duda me debo considerar una persona afortunada, ya que no solo conocí diferentes lugares sino que además me involucré con personas de muy alto valor humano.



El excursionismo de este tipo lo dejé de practicar hace alrededor de 8 años, hoy viajo de manera diferente aunque aún sigo conservando la costumbre de tener mapas a la mano, lámparas, estufeta (una más decente) además de un equipo básico de campismo (mochilas, casa de campaña, sleeping) quien sabe y tal vez algun día vuelva a acampar en la azotea de la casa de mis padres.



Lo que no he perdido es la costumbre de caminar por entre lugares poco transitados o por donde de plano no hay caminos. Ahora, además, le he agregado el factor bicicleta que te permite ampliar tu radio de acción y de aventura.



Sin duda, tarde o temprano ire a acampar a algun lado nuevamente, esas ganas de dormir a ras de suelo, sentir las piedras a tu espalda, con vacas tirándote la casa de campaña o comiéndose tu comida, con compañeros que roncan como vacas, con individuos durmiendo a tu lado que al tocarlos estan tan fríos como recien sacados del congelador, con otros que duermen con navajas, con los platicadores nocturnos, con los que tienen facilidad de tocar la guitarra al lado de la fogata, con aquellos a los que le provoca miedo la noche, con aquellos que no se arredran ante nada, con los filósofos, los serios, los quejumbrosos, los pata de perro, los improvisadores, los preocupados, los reflexivos, los planeadores, los … amigos.



De siempre, por siempre.